La Literatura en el Renacimiento
La literatura renacentista forma parte de un movimiento más general del Renacimiento que experimenta la cultura occidental en los siglos XV y XVI, aunque sus primeras manifestaciones pueden ser observadas en la Italia de los siglos XIII y XIV. Se caracteriza por la recuperación humanista de la literatura clásica grecolatina y se difunde con gran pujanza gracias a la invención de la imprenta hacia 1450. La novedad afecta tanto a los temas como a las formas. Entre los primeros cabe destacar el antropocentrismo, el interés por la naturaleza y la recuperación de la mitología clásica. La filosofía recupera las ideas platónicas y las pone al servicio del cristianismo. La búsqueda del placer sensorial y el espíritu crítico y racionalista completan el ideario de la época. En cuanto a los aspectos formales, se recupera la preceptiva clásica (cuya raíz está en la Poética de Aristóteles), basada en el principio artístico de la imitación. También se desarrollan nuevos géneros (como el ensayo) y modelos métricos (entre los que destaca el soneto como forma estrófica y el endecasílabo como tipo de verso). Los precedentes de Dante, Petrarca y Boccaccio dan lugar a un esplendor de la literatura renacentista en Italia en el siglo XVI. La figura directriz del gusto poético renacentista de ese siglo será Pietro Bembo, que escribió canciones petrarquistas y sonetos, pero sobre todo, se erigió en el árbitro de la literatura italiana de su tiempo, que fue el centro de irradiación internacional de este movimiento.
Fragmento de la novela picaresca
En este tiempo vino a posar al mesón un ciego, el cual, pareciendole que yo sería para adestrarle, me pidió a mi madre, y ella me encomendó a él, diciendole como era hijo de un buen hombre, el cual, por ensalzar la fe, habia muerto en la de los Gelves, y que ella confiaba en Dios no saldría peor hombre que mi padre y que lo rogaba me tratase bien y mirase por mi, pues era huerfano. Él respondió que así lo haría y me recibia no por mozo sino por hijo. Y así le comenzé a adestrar a mi nuevo y viejo amo. Como estuvimos en Salamnca algunos dias pareciendole a mi amo que no era la ganancia a su contento, determinó irse de allí; y cuando nos hubimos de partir; yo fui a ver a mi madre, y, ambos llorando, me dio su bendición y dijo:
-Hijo, ya se que no te veré más. Procura de ser bueno y Dios te guíe. Criado te he y con buen amo te he puesto; válete por ti.
Y así me fui para mi amo, que esperandome estaba.
Salimos de Salamanca, y, llegando a la puente, está a la entrada de ella un animal de piedra, que casi tiene forma de toro, y el ciego, mandome que llegase cerca del animal, y, alli puesto me dijo:
-Lázaro, llega al oido a este toro y oiras gran ruido dentro de él.
Yo simplemente llegué, creyendo ser así. Y como sintió que tenia la cabesa par de la piedra afirmó recio la mano y diome gran calabaza en el diablo del toro, que mas de tres dia me duro el dolor de la cornada, y dijome:
-Necio, aprende, que el mozo del ciego un punto ha de saber mas que el diablo.
Y rio mucho la burla.
Parecióme que en aquel instante desperté de la simpleza en que, como niño, dormido estaba. Dije entre mi: <<>>.
Comenzamos nuestro camino, y en unos pocos días me mostró jerigonza. Y, me viese de buen ingenio, holgábase mucho y decía:
-Yo oro ni plaa te lo puedo dar; mas avisos para vivirmuchos te mostraré.
Y fue así, que, después de Dios, este me dio la vida, y, siendo ciego me alumbró y adestró en la carrera de vivir.
Alumno: Enrique Castillo
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